Escribir es una provocación. Carece de género y como magia de la diversidad natural, se excede en alternativas liberadoras.
Escribir es una provocación. Carece de género y como magia de la diversidad natural, se excede en alternativas liberadoras.
Otorgarle a la palabra el silencio leído o el alarido de un discurso.
En ambos casos y en multitud de posibilidades. Escribir no deja de ser una disculpa que increpa a la realidad, con la contundencia del
lenguaje. Y la deliberada seducción de un baile de vocales y consonantes, que se mezclan y se separan al calor de su propio acento, desafiante metáfora o contundente verbo.
Bajo el hechizo del discurso y la solvencia de una erudición vital y pragmática , Yolanda Oreamuno fue seducida por las palabras del
General Jorge Volio en el colegio de señoritas de San Jose. Que entre otras cosas, le oyó decir al general: “La Historia y la Filosofía se diferencian en que la Historia cuenta cosas que no conoce nadie con palabras que sabe todo el mundo; en tanto que la Filosofía cuenta cosas que sabe todo el mundo con palabras que no conoce nadie.”
Yolanda que iba creciendo en su cuerpo, pero ya madura en curiosidades y asombros. Hizo eco de la llamarada de esas palabras, para encontrarle cierto humor e ironía en sus futuros pasos como exiliada de su propia vitalidad y energía en la ruta de su evasión. Telúrica novela que vislumbro el fuego de una mujer libre de ataduras, para expresar en el arte escrito las desigualdades emocionales con que el ser humano se priva del verdadero placer de la vida, mientras se ahoga en el mar de sus propias complejidades.
Chavela Vargas , guiada por la intuición musical de su propia rebeldía, dejo su terruño y partió hacia el volcán de su propio destino. Se instalo en el país latinoamericano de mayor metamorfosis en los albores de principios del siglo XX. Atrapo con su femenina garganta, la melodía patriarcal de una época, donde el presente solo era una consecuencia transitoria de las utopías del futuro. Y entre cantos y bohemias noches de delirios al son vertiginoso de tequilas. Impuso su voz, y nombre.
Dos mujeres que se exiliaron, en su propia realidad y partieron con la temeraria alevosía de carecer de fronteras y convenciones sociales hacia el calidoscopio artístico y cultural del México de las primeras décadas del siglo XX. Contradiciendo vitalmente, las palabras del General Volio: La historia y Filosofía de vivir, de estas dos mujeres no se disociaron en palabras, ni se distanciaron en conocimientos. Mas bien se embriagaron mutuamente de vivencias y asombros compartidos.
En versos de la poeta Eunice Odio, otra visionaria de la provocación. Su hoguera nos dice:
Cómo voy a ser ya,
niña en tumulto,
Forma mudable y pura,
o simplemente, niña a la ligera,
divergente en colores
y apta para el adiós
a toda hora.
Pareciera que recordar a estas mujeres, es un ameno ejercicio de memoria colectiva, de reseñas históricas o de reivindicaciones con el pasado.
Pero la idea de este festival no es adelgazar el presente y engordar el pasado. Queremos atrapar todas las historias e inquietudes posibles y construir con paso firme una dinámica que mezcle con estética, pasión y vitalidad el día a día. Que se contagie de naturaleza, de altas risotadas y mínimas preocupaciones la magia de la tarde y el fresco espíritu del día.
Que cada espectador, artista o peatón que pase al calor de la palabra, desande sus pasos y sea solo oídos al rumor de la anécdota contada.
A esta altura del discurso, el que escribe no sabe para donde va, el que lee ya se fue. Pero lo cierto es que todos estos párrafos se desprenden de la esencia y simbiosis que provoca la relación humana con la naturaleza.
Donde la diversidad es el viento garante, de la tolerancia y de que abrir las ventanas y puertas a otras formas de pensar, de ver y ante todo de sentir. Recordemos que en la diversidad está presente la evolución, esa condición que le da fuego al espectáculo de vivir.
Ahora las neurociencias están despertando aún más nuestros cerebros, señalando la importancia de sociabilizar ideas, de encontrarnos en el dialogo. Nuestra red neuronal supera en células las estrellas del universo y ese dato como salido de una novela de ficción. Nos compromete con alumbrar con fuerza la arquitectura emocional de cada uno de nosotros.
Mujeres y hombres que se unen más por la luz, que por las sombras. Que se mezclan en ideas, pasiones y sumas de nostalgias.
Mujeres y hombres, que no se fragmentan en islas de egos, conceptos o eufemismos. Sino que, como olas, bañan de opciones el sendero que intuimos.
Y ante todo a buscar en la simpleza, la razón de reunirnos en torno a nosotros mismos, bajo la sombra de un frondoso árbol de infinitas metáforas de comunicación y encuentro.
Como los versos de La uruguaya Juana de Ibarbourou a principios del siglo XX, que rimaba la sencillez y levedad de la vida en estos versos:
Llueve, llueve, llueve,
y voy, senda adelante,
con el alma ligera y la cara radiante,
sin sentir, sin soñar,
llena de la voluptuosidad de no pensar.
Diego Lasso