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Nos enorgullece buscar la paz, por eso cuándo nos reunimos con el Club Rotary 4240 y nos propusieron sacar dos concursos, aceptamos.
Con estos certámenes, no solo le quitamos espacios públicos a la inseguridad sino también promovemos sacar las letras para cumplir la faena diaria que es vivir en armonía.
Esperamos pronto sacar nuevos eventos que nos cultiven como un país con igualdad social donde en cada esquina se escuche un “pura vida” y sea verdad.

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Ganadores

Primer lugar

 Sandra García Young

Segundo Lugar

 Erick Jarquín

Primer lugar

Maynor Alberto Retana

Segundo lugar

Saul Nava Mondragón

La pequeña paz.

La niña encontró en la sonrisa de su abuela la paz que buscaba.

La noche estaba en silencio, nuestra primera guardia, supongo que para hacer conversación -he escuchado hablar de la palabra paz, como quietud, silencio, muerte. -dijo -es lo que quieren con su guerra -apretó el arma, que teníamos en el suelo a modo de bastón -yo aprendí de mis abuelos que la paz trata del canto de las aves, del raspar del topo, de la noche repleta -dejó el arma en el poste y dijo: «yo he escuchado hablar de la palabra paz», mientras se levantó para servirnos agua, me pasó el vaso, y nos pusimos a escuchar la noche.

La mariposa volaba frente a unas aldeas en conflicto para recordarles lo frágil y hermosa que es la paz, pero un día alguien la mató pensando “¿si yo no soy feliz por qué ella tendría que serlo?”. Su espíritu se elevó a lo más alto y el sol al enterarse, y con su gran amor, dio más calor pensando así que derretiría el egoísmo, la avaricia, la envidia, el poder y la intolerancia, pero los pulverizó.
En la memoria de aquellas tierras quedó grabado el mensaje y cada vez que encuentres una mariposa se puede sentir una inmensa paz.

Zuleika con sus tres pequeños hijos, dos en brazos, otro que apenas se puede sostener de las largas enaguas de su madre, corre desesperada.
Se ha enterado que llegara ayuda, ya tiene dos días que no pueden alimentarse, la muchedumbre los acorrala, sabe que tiene que llegar, de no ser así, sus hijos no resistirán, se aferra a la esperanza, son demasiadas personas, la empujan y la estrujan, en un momento dado cae al suelo, ya no tiene fuerzas.
Se habla de una tregua de paz de cuarenta días, Zuleika pide con todo su corazón, que ese día llegue pronto.

Un día mientras andaban en el bosque, escucharon los gritos lejanos de un hombre pidiendo ayuda. Asustados se miraron y corrieron al encuentro de ese desgarrador llamado. Cuando estuvieron cansados de buscar, se sentaron bajo un árbol, estaban a punto de darse por vencidos y marcharse.
Hasta que una libélula que pasaba por allí les digo: niños no pierdan el tiempo buscando el camino que lleva a esos clamores, el que los pronuncia es el Ogro del bosque, bastante tiempo atrás cayó a la fosa infinita y parece que perdió la memoria, pues él mismo se enorgullecía de alardear que no tenía amigos y ahora pide por alguien.
¡Ayudaaa!, se oyó una vez más, fuerte y prolongadamente. Ellos estaban a unos pasos, cuando llegaron a la orilla del agujero, se presentaron: hola Ogro soy Luis y yo Nanda.
Desde el fondo del orificio se escuchó un contundente: ¡VÁYANSE!
¿Pero no es que querés ayuda? ¡Si! ¿Pero cómo van a ayudarme un par de niños? Ya verás, ya verás, respondieron.
Los niños silbaron y emitieron sonidos convocando a los pájaros, los cuales se posaron alrededor de la abertura y mencionaron: “no podemos sacarlo de ahí, si no escucha la música de su corazón” , dile que se levante temprano y le cante al Sol.
Agotado el primer intento, salieron al bosque y trajeron consigo al venado, “si es el momento del día, afirmó este, pero no puedo dibujar su salida, su tinta es el dolor, dile que pida a los reflejos de luz brillo para su paleta de colores”.
Los chicos esperaron la noche, para pedirle a la Luna que moviera el agua que reposa adentro de la tierra y así conseguir sacarlo, mas la Luna les refirió: “nobles corazones tienen, mas no puedo ayudarles, él secó su fuente de emociones, no logro sentirlo. Dile que cada que llueva se lave con rocío sus ojos”.
Los niños cayeron rendidos al no encontrar alguna alternativa, y se quedaron a pasar la noche en el lugar. Así se dieron cuenta de que mientras el Ogro dormía su respiración lo traía a la superficie.

Se cuenta que, dentro de cada ser humano, habitan dos espíritus animales que predominan sobre otros y el éxito de nuestra vida recae en que logremos que coexistan en armonía, lo que algunos han llamado paz interior.
El primero un colibrí llamado Huitzilin, que controla el alma, busca ser libre volando constantemente entre mundos a través de su imaginación, para que nadie lo dañe ni sienta dolor.
El segundo un esbelto felino llamado Yaguarundi, parece tierno, pero con enojo ataca cual gran cazador. Este contrala el corazón.
La mente, es la encargada de decidir quién obtiene el control, dependiendo de cada situación. Pero sin duda alguna, todo es mejor, cuando ninguno excede la fuerza del otro, porque la paz comienza dentro de nosotros mismos, en la ecuanimidad de nuestro interior.

Marcos había caminado toda la noche, el pelotón en el que iban marchaba despacio, la nieve, el intenso frío mermaban sus fuerzas, cada paso dolía. El terror retumbaba sobre sus cabezas, los bombardeos se sentían cada vez más cerca, el viento llevaba el olor a pólvora y muerte.
Un grupo de soldados en despliegue les informó la noticia, un inesperado cese al fuego.
Marcos sintió que volvía a la vida, gritaron de alegría. Un sol de amanecer les traía un rayo de esperanza en medio de tanta sangre, dolor y tristeza.
Ahora Marcos sostenía sobre su pecho la medalla de la fe en tiempos de paz.

En un valle donde la guerra había dejado solo ruinas, una flor brotó entre los escombros. Un niño, cuyos ojos habían visto demasiado, la encontró. “¿Cómo puedes crecer aquí?” preguntó. La flor, contra todo pronóstico, se mecía con el viento.
El niño decidió que si la flor podía prosperar en medio del caos, él también podría sembrar esperanza. Comenzó a plantar más flores, y con cada semilla, la paz florecía en los corazones de aquellos que habían olvidado su dulzura. La paz, como la flor, encontró un camino.

Había una vez un mundo sin paz,lleno de seres pequeños que vivían en su propios mundos.
Algunos de los cuales eran:-
-Música estruendosa a todas horas del día, especialmente a altas horas de la noche.
-videojuegos donde gastan tiempo y dinero,sin dejar huella en quienes los aman
-Las drogas,dando el poder a otros para que los dominen.
-El trabajo excesivo,que roba la presencia a los suyos a cambio de lujos.
-El abandono y el desamor.
-Y el mundo del libertinaje..
Pero,había otros seres pequeños buscando la paz y la encontraron en el único y verdadero señor de todo lo creado,,El les brindo la verdadera paz que vino a reinar el mundo..donde todo se llenó de alegría y vivieron por siempre en armonía., sin conflictos,ni rivalidades y todos formaron una sola raza y fueron felices por siempre…

Escuchó la palabra ‘paz’ por primera vez en las plegarias de su madre a un Dios que parecía no responderle.
Le hablaron sobre la paz en su escuela, destruida en nombre de la ‘paz’ por una bomba el mes pasado.
Hace una semana unos soldados mataron a su padre mientras buscaba comida, con el pretexto de tener ‘paz’ en su tierra prometida.
Ayer atacaron el refugio en el que estaba. Ya sin fuerzas, desangrándose y sin poder sentir dolor, su último pensamiento fue creer que en realidad la paz era la muerte.

Quisiera que fuera solamente un cuento. Palestina Libre!

¡Es hora! —exclamó uno de los niños. El viejo se sentó sobre un tronco, mientras los niños y niñas se sentaban alrededor del fuego. ¿En dónde quedamos? ¡Oh, es cierto! Jojo, la Tierra… —comenzó a narrar— aquel mágico planeta, lleno de belleza y vida… hasta que fue consumido por los humanos. Sus conflictos por apariencias, bordes imaginarios, e ideales inventados acabaron con todo.
Los niños lo miraban con asombro. Una niña levantó la mano y preguntó, —¿Pero… por qué no vivir como nosotros? El silencio imperó en la quietud del espacio, donde habitaban un viejo nostálgico, y unos pequeños confundidos.

Hace un tiempo atrás, en una isla remota del Océano Pacífico, una tribu llamada “Nexus”. Era una comunidad muy unida y responsable con su pedacito de tierra.
En esa isla habitaba una niña muy curiosa y de espíritu alegre pero algo asustadiza. Todas las mañanas salía a jugar con sus vecinos del límite del pueblo. Su nombre era Serena.
Un día, quedó atrapada en la casa de uno de sus amigos, pues vio que unas personas que jamás había visto antes, de vestimenta extraña venían de la costa y en sus manos traían palos de metal muy afilados.
Los niños, muy asustados intentaron ocultarse y al escuchar gritos en un idioma que no conocían y el sonido de dichos palos desataron un terror en la isla.
Serena, atemorizada y sin saber qué hacer salió de la choza y de su espalda salieron alas que le permitieron imponerse desde el aire.
Aquellos hombres extraños miraron hacia arriba y contemplaron su inocente figura, rodeada de un aura y serenidad absoluta.
La niña extendió sus brazos y orquestó las armas hacia el barco de donde provenían los desconocidos.
Tanto locales como extranjeros admiraban desde abajo y en silencio cómo está niña detenía una posible invasión en la isla y fue así como descendió y fue rodeada por todos: grandes y chicos.
–Tuve miedo– inició su monólogo –pero salí de casa con gran convicción– sus ojos se tornaron de un color celeste claro y contrastaba con su piel morena –Es por eso que les pido que no alcen más sus armas– miró a los extranjeros que estaban impávidos por entender esas palabras –son bienvenidos a nuestra tierra. Los Nexus somos gente de paz.
Fue ahí donde las personas locales comenzaron a cantar una melodía tranquila mientras Serena volvía a elevarse y a cantar una melodía tranquila.
Los hombres violentos se veían irreconocibles. Cayeron al suelo y repasaron en el piso mientras todos cantaban y les traían comida y abrigo.
Era verdad, los Nexus eran gente de paz y Serena, la protectora de la isla. Aún siendo una niña, aún sin saber qué hacer en momentos como ese.

Nadie -dijo el agua- es como yo de pura.
Yo -dijo la nube- sí lo soy, y nadie me es superior.
Yo -dijo la luz que provenía del sol- soy éter de los éter; ante mí se rinden los búhos.
Nadie más que yo -dijo la Paz- y hasta el amor calló.

Milán, un perro feliz, tenía una duda: Por qué perros y gatos no se llevan? Pensó: …si hago algo común a los gatos, podría ayudarme a resolver mi duda…! Por ello, cada vez que defecaba, la “tapaba como los gatos.” Lo anterior lo vio Lilo, su vecino líder de gatos. Un día éste se acercó a preguntarle por qué tapaba sus excretas…? Milán dijo:… Si reproducimos acciones comunes, nos daremos cuenta que más cosas nos unen que las que nos separan. Así, coincidiendo con otros podríamos estar más unidos, fomentando la Paz y sana convivencia, fraternalmente con los demás.

El llanto de su recién nacido se mezclaba con el estruendo de las explosiones y los gritos de los heridos, las columnas de humo remplazaban a las que hasta hace unos minutos eran de concreto, el caos se apoderaba de cada rincón, la sangre tapizaba las paredes y el dolor se reflejaba en el rostro de aquellos que acababan de perder lo que más amaban.
Se despertó temblando, que terrible pesadilla, miro la cuna a su lado, su bebé dormía en paz y entonces le dio gracias a la vida por haber nacido en Costa Rica.

Es el catecismo de las niñas pequeñas en el colegio de religiosas .
-rezas verdad hija mía?-
-Si padre.
-Muy bien. Rezas por tu familia, por el Santo Padre?-
-No señor, yo rezo por el diablo.-
-Cómo dijiste?
-Si
Sus ojitos sinceros lo miran. Usted nos dijo que Dios Todopoderoso siempre escucha a los niños y que el causante de todas las guerras y males es el Diablo.
-Si, pero…
-Entonces es muy fácil! Dios nos oye y para él no hay imposibles, yo rezo para que Dios haga que el Diablo se vuelva bueno y así todos podamos vivir felices y en paz.

Dispárame con violín,
sin punta de metralla
entra a mis sentidos,
llega a mi corazón.

Apúntame con
batuta, diapasón.

Respirando…
Escribo más
de una canción.

Partituras…
Papelotes en el aire,
silenciosos, elegantes;
entre nubes de compases,
sin dolor,
sin sufrimiento.

¡Suéltalo!
¡Libéralo!

Que lo tome cualquiera.
Si lo usa para el bien,
esa es nuestra trinchera.

Háblame de música,
paz, armonía;
quita mi odio,
no descargues tu ira.
Sé paciente;
proyecta poesía.

La PAZ no es utopía,
ni sueño en fantasía.

Si me matas,
que sea de risa;
detenido el tiempo,
en el infinito
no hay prisa.

¡Dispárame con música!

En la hamaca de afuera el viento sopla y acaricia mi rostro con ternura. Los árboles se mecen, como bailando al son de una canción: quizá, la melodía de las urracas que beben agua de la pileta o el murmullo de los niños que juegan en el patio. Mis ojos reposan y mientras como el jugoso mango caído como del cielo, empiezo a rememorar, como entre sueños, la candidez de los abrazos de mi madre. En ese instante, entre la verde naturaleza que me acoge, encuentro la paz que busco a tientas en el bullicio del mundo.

Ulali era un viejo topo que no podía estar más ciego, vivía en su madriguera y ya no salía ni de noche ni de día. Sus amigos del bosque le dejaban cestos de fruta blanda para que se alimentara.
De vez en cuando asomaba su nariz para oler la tierra mojada, era su olor favorito. De vez en cuando permanecía despierto por las noches para escuchar el concierto que orquestaban los grillos y sapos, llevaba el ritmo con su cabeza.
De vez en cuando se acercaba a la entrada de su madriguera para dejar que el sol le acariciara la piel.
De vez en cuando, deseaba poder ver para observar las estrellas fugaces, las luciérnagas bailarinas y la reluciente luna por la noche.
De vez en cuando su corazón latia agradecido.
Siempre vivió en paz tal cual como descansó.

Las enramadas del bosque se baten unas contra otras, los pájaros se resguardan en sus nidos, y en el jardín las mariposas protegen su garbo. El viento norteño arrasa expeliendo sus últimas ráfagas de furor, mientras aquí en Mirondimia aguardamos a que todo vuelva a estar como era: porque las y los que conocen la paz siempre la extrañarán.

Estaba sentada en el parque con la mirada perdida. Su mirada guarda la ilusión de un futuro mejor.
Su cara tiznada por el horror de lo vivido en la selva perdida, donde el río se llevó el arraigo de sus raíces .
Es migrante por necesidad no por deseo, se desgarra el alma ante los recuerdos.
Añora el terruño cálido y seguro, que quedó a sus espaldas.
La nostalgia trae consigo la desesperanza.
En esa misma banca la incertidumbre trata de ensombrecer el sueño, pero unas dulces pataditas en su vientre le recuerdan que PAZ está por llegar.

María estaba confundida sobre qué hacer con su vida; sentía el peso abrumador del futuro incierto. Caminó y caminó, viendo hacia el suelo y
pensando…hasta que ¡ya no pudo más!

“¡Respirá, María!”, se dijo con cariño.

Alzó su mirada y notó un grupo de aves volando sobre ella en el cielo. Fascinada, las siguió con su mirada hacia el horizonte, y, ¡zas!, ¡qué paz!

María se dio cuenta de que la verdadera paz llega cuando confiamos en nuestro propio camino, cuando avanzamos sin miedo hacia lo desconocido.

Y así, se abrazó, sintiendo que todo iba a estar bien.

Una historia sincera por: Sebastián Sánchez Guzmán
Ser humanos y permitirnos sentir es el mayor regalo que podemos darnos.

Amanda veía a través de su boca y contaba historias que solo se entendían con los ojos cerrados. Tito aprovechaba y sacaba las sillitas al corredor para comenzar con su reto de preguntas astutas.
— ¿De qué color son las amapolas?
—Verano ardiente, acompañadas de helado de fresa.
—¿Cómo se ve la lluvia?
—Como un tubo abierto que se precipita desde el cielo.
— Amanda, pequeña, ¿cómo es la paz?
— Inmensa y cálida. Como cuando me llevas de la mano a jugar con Manuela o cuando me recuerdas paciente que no estoy a oscuras, porque la paz no se ve, se siente.

Mis hermanas mayores estaban lejos, mis padres decidieron ir a verlas, esperamos sobre un piso de colores, llevábamos maletas muy grandes, estaba asustada. El cielo estaba oscuro, sólo quería estar con mamá y tomar tética. Nos montamos en un avión, fue nuevo para mí. Mi cochecito fue a otro sitio, y quedé en brazos de mamá.

El avión despegó y me agarré más fuerte de mami, dormí todo el viaje, recuerdo soñé estar sobre un algodón. Cuando llegamos, no estaba el piso de colores, todo era nuevo. Recuerdo me dijeron “Bienvenidos Pura Vida” y abrazar a mis hermanas.

Sigue escribiendo de paz en nuestra páginas, anímate.

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