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Cadáver exquisito: Edición #4

¡Bienvenidos al fascinante mundo de la Fundación Festival Puro Cuento! Un espacio mágico donde la literatura cobra vida y el realismo mágico se desborda. Aquí, mes a mes, te invitamos a sumergirte en un viaje literario repleto de emociones, descubrimientos y maravillosas historias. Hoy les presentamos a Fernando Franco Léon, de Colombia / Costa Rica:

Historia muy breve del Festival Puro Cuento

Contar cuentos es desnudarse en escena. Voy a intentarlo… o al menos trataré de contar mi encuentro con los cuentos, con la narración oral, con la palabra como sustento fundamental en mi vida.

Imaginen a un chico de 15 años estudiando en un colegio público, con maestras y estudiantes de colegio público, inmersos en una sociedad que, según Marx, era de proletarios obreros rasos, y con una madre trabajadora jornalera que sustentaba a siete hijos que comían como diez. Pero mi colegio público no era del común. Allí impartían clases tres “rock stars” de la ciudad, más un alumno avanzado que tenía un par de años más que los demás estudiantes y, por razones desconocidas, no se había graduado con honores: Gustavo Muñoz, forjado al fuego como los chicos del barrio, con un intelecto cultural y dancístico de avanzada, quien bien podría haberse unido a los profesores en sus labores pedagógicas y culturales, devengando un sueldo como debía ser. Pero tampoco tenía la edad para eso en aquella época.

Las otras estrellas eran: mi maestra de Teoría del Arte y directora de grupo, Nora Quintero Arias, actriz de uno de los mejores teatros de la ciudad, La Fanfarria. Ella era una mujer apasionada por la educación, una sembradora de horizontes. Contaba con un director formidable, José Manuel Freydel, un coloso del arte, con melena espolvoreada, andar de Quijote e intelecto superior, a quien más tarde reclamaría la violencia de la ciudad. Mi profesora monologaba como las diosas; recuerdo su Monólogo para una actriz triste, una pieza de corte superior. Era una maestra en el escenario y en la vida, pero el dolor por la muerte de su director la llevó a recorrer aguas cenagosas, de las que jamás pudo levantarse.

Mariela Ríos Madrid, mi profesora de Historia, fue años más tarde directora del Museo de Antioquia. Sus clases eran como una cruzada por los siete mares, a bordo del Vasa, ese gran buque de guerra de la armada sueca. Ella era nuestra Sofring Hanson, capitana que, con sus clases, nos hacía sentir en el siglo XVII, cruzando océanos en busca de historias, peleando nuestras propias batallas. A diferencia del Vasa, nuestro buque no se hundió. Salimos de esas clases con una perspectiva artística de avanzada.

Jorge Villa Zapata (Jota Villaza), mi maestro y director de teatro, torcedor de destinos, yerbatero de palabras, fascinador de mundos, conquistador de horizontes, fue quien luego emigró a la cuentería. Mi colegio, en general, fue mi formador artístico. Podías faltar a una clase de física, matemáticas o inglés, pero era un pecado mortal faltar al Comité Cultural, y nadie quería faltar. Mientras las clases de ciencias exactas se quedaban huérfanas de los mejores artistas, se encendían los centros literarios, los ensayos de la banda de música y los encuentros con los futuros periodistas del colegio, quienes habían inaugurado el periódico mural. Nuestra generación se deleitaba haciendo murales en los gastados muros de nuestro centro de estudios, creciendo con el teatro, la danza y la música, en un caldo de cultivo que templó mi carácter artístico y mi mundo soñado. Pronto fuimos 65 jóvenes artistas del colegio Idem Maestro Pedro Nel Gómez, presentándonos en los mejores teatros con la obra Abriendo trocha, la epopeya de la colonización antioqueña, a golpe de pico y hacha, dibujando una mariposa verde que les sirviera de mapa para guiarse por aquellas montañas donde solo las mulas se aventuraban.

Me gradué con honores artísticos y deshonores en matemáticas y álgebra. Luego, ingresé a la universidad para estudiar Historia y Filosofía, mientras simultáneamente me formaba en teatro. Mi madre siempre me decía: “Debes estudiar una carrera para el bolsillo y otra para el intelecto y el placer”. Yo, como soy un hombre de placeres…

Al mismo tiempo, con mi maestro de teatro hacíamos espectáculos en el Teatro Libre de Antioquia. Tejiendo la red de las máscaras, la escenografía, la historia del arte, la iluminación, la utilería y demás, fue cuando nos encontramos con los cuentos. Mi maestro descubrió allí su verdadera vocación y se convirtió en un referente de la narración oral escénica en todas las Américas. Me invitó a acompañarlo, a contar historias, a preparar cuentos y abordar el escenario desde otra perspectiva, pero yo, en ese momento, no me comí el cuento. Pasaron muchos años antes de que encontrara este camino. Mientras tanto, me sumergí en el teatro con buenos resultados: viajes, finalización de mi carrera universitaria y, a los 19 años, ya había incursionado como director del grupo Nefesh (Aliento Vital en hebreo), con diez años montando obras, soñando dramas, esculpiendo historias y conociendo teatros.

Después de terminar mi periplo en Colombia, decidí recorrer el mundo, tal como lo habían hecho mis familiares, quienes emigraron a Europa y Norteamérica. Yo, entre amores que dejaba en silencio, amigos que callaban su angustia y una familia que vaticinaba mi pronto regreso, partí, no a Europa —porque una visa me lo impidió—, sino a Centroamérica, donde no necesitaba visa para salir.

Llegué a Costa Rica el 8 de julio de 2001, otro migrante más en este mundo de siervos sin tierra. Aquí comenzó mi nueva vida. Después de trabajar en la playa y realizar otras actividades, me encontré con Edgar Ortiz, cuentero y yogui, y Rocío Quilis, coordinadora de narradores. Pronto, me invitaron a contar cuentos en sitios como el Café Expresivo en San José y Le Petit Paris en Heredia, donde ya se pagaba un monto por las funciones. Estos lugares eran puntos de encuentro para el incipiente movimiento cuenteril en Costa Rica.

Con Edgar, organizamos el primer Festival Internacional de Cuentos en Costa Rica, San José, la Fiesta del Cuento, en marzo de 2002, en las instalaciones del CENAC. Así nació el primer festival de cuentos en Costa Rica, y fuimos nosotros quienes, arando sobre las piedras, empezamos la aventura de los festivales en Centroamérica. Un par de años más tarde, cambiaríamos el nombre a Festival Puro Cuento, pero ese, ese es otro cuento…

¡Recordá que si querés compartir información en nuestro boletín debés escribirnos a: info@festivalpurocuento.com

Nuestro siguiente invitado: Carlos Pachón de Colombia

“Amor” – Silvina Ocampo.

“Ella soñaba con un amor perfecto, pero todas las noches se despertaba sola en su cama, con el corazón lleno de anhelos y el vacío de la ausencia. El amor, como un sueño efímero, se escapaba entre sus dedos mientras ella intentaba aferrarlo desesperadamente.”

Clarice Lispector

Clarice Lispector (1920-1977): Fue una influyente escritora y periodista brasileña nacida en Ucrania. Reconocida por su estilo literario introspectivo y experimental, Lispector desafió las convenciones narrativas y exploró temas como la identidad, el existencialismo y la condición femenina. Su novela “La pasión según G.H.” (1964) es una obra cumbre del surrealismo y una indagación profunda en la conciencia y la subjetividad.

Instrucciones para ser cuenter@, paso 4:

Presta atención al lenguaje corporal: El lenguaje corporal es relevante. Tu audiencia leerá tus expresiones faciales, el tono de tu voz, tus gestos y cómo te mueves en el escenario.

Alicia Olea es una artista y educadora con más de 15 años de experiencia en liderazgo educativo, apoyando a escuelas en la implementación de programas del IB. También es payasa y titiritera desde 2002.

Nació en Argentina en 1979 y actualmente reside en Costa Rica. Su trayectoria demuestra su versatilidad y compromiso con la educación y el arte, combinando su experiencia en liderazgo educativo con su pasión por el circo y las artes escénicas.

¡Dejá que te eche el cuento!

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