Las palabras tiene el encanto de mentir, de ocultar, de engañarnos con vocales que desnudan verbos y adjetivos. Nos pueden herir, sangrar y entristecer con algunos monosílabos.
Las palabras juegan a esconder sinónimos y antónimos de la angustia individual y colectiva o a festejar con hipérboles las alegrías de todos. En otras palabras, las palabras son peligrosas, pueden traficar con la alegría y tristeza de uno, de los otros, de ellos….
Pero las palabras, también nos embriagan de otros mundos, nos conquistan junto al calor humano y si son bien pronunciadas nos acercan al cuello, a los lunares o provocadores labios de esa mujer que escucha y ve entre nuestros dientes y abertura de la boca, la saliva con que queremos humedecer su cercanía.
Y las palabras son lúdicas, despiertan la curiosidad infantil y la trasladan a los territorios donde los niños juegan con su misterio, encanto y magia. En la curiosidad de los niños se fragmentan, se reúnen, se transforman en rompecabezas, en castillos, en la boca del ogro, del duende, del silencio de un bosque encantado…
Cuando las palabras se hacen un oficio, pueden convocar muchas bocas, muchos oídos, que sienten, que desmienten o entretienen el tiempo, el espacio donde habitamos con la pesadez de ciertas cotidianidades…. Es decir se hacen cómplices de nuestra fuga, contagian de libertad nuestro escondido espíritu.
Pero las palabras necesitan de una boca que las encoja, las alargue, las extienda, las pinte , las bañe , las libere…. Necesitan de un cuentero que se aproveche de su nobleza, que las explote y las haga gritar: cuentos, historias, anécdotas, conjuros, hechizos…..
Y cuando los cuenteros salen a recorrer , las calles, las plazas, los parques, las aulas, la arquitectura que transita Usted, Yo, la chica que va adelante, los niños que van al lado…La vida empieza a florecer de imaginaciones verbales , de nubes cargadas de tildes y puntos, de aguaceros que inundan las conjugaciones, de soles que broncean el sustantivo y de ríos de vocales y consonantes que buscan desembocar en el mar de la palabra. Pero ante todo de oyentes que no entienden y preguntan al de al lado, que es lo que esta diciendo el que pronuncia este discurso.
Bienvenidos a este festival de cuentos, que convoca embusteros, traficantes, domadores, farsantes de la palabra, todos ellos alegres de engañarlos con historias, de robarles el tiempo, de sacarlos de la realidad y embarcarlos y conjugarlos con el verbo de la imaginación y la metáfora del cuento.
Diego Lasso









