Los Últimos Niños del Bosque, es un libro que cuenta:
Que treparse a un árbol, jugar en un jardín, recoger flores silvestres e insectos, ya no hace parte de la infancia de los chicos millennials, ahora los millennials albergan una infancia virtual, que los desconecta totalmente al entorno, donde la luna, el sol, la lluvia y el aroma a hierbabuena, se recibe o envía por TiK ToK.
La anécdota humana anterior es aún más grave que el cambio climático. Los adolescentes de hoy serán un recuerdo en la nube virtual de google, carentes de vida propia, de locuras personales, de contactos físicos directos con los ojos del otro, con la sonrisa y aroma de la verdadera vida.
Será, que esa generación logrará transformar las verdaderas tragedias de la tierra, en un horizonte más biodiverso, detendrán la matanza de especies que ya tiene el trofeo del ego humano, de exterminar el 62% de la diversidad biológica de flora y fauna del planeta, de no volver a elegir un presidente por facebook, que le entregó la amazonia brasileña al hacha y la motosierra.
Será, que esa generación se volverá a enamorar del atardecer, de los poemas escritos en hojas de cuaderno arrancadas con pasión, de acostarse boca arriba bajo esas frondosas ceibas a contemplar la danza de las nubes, seducidas por la canícula.
Será posible, que esa generación Millennials, aturdida, imbecilizada y ridícula de redes sociales y narcisos Youtubers, defiendan con megas de internet, la deforestación planetaria, mientras los manantiales de agua fresca se secan, los bosques nubosos desaparecen y la selva amazónica se transforma en un desierto de angustias biológicas.
Será posible que esa generación Millennials, seguirá bañándose de logaritmos en el manantial del WiFi, a una velocidad de internet tan eficiente, para que nunca pueda ver con calma la verdadera dimensión y realidad de la vida.
A esta altura del discurso todo parece una oda a la tragedia, pero en el fondo sigue la luz rendida en la otra orilla de la virtualidad, donde una generación de jóvenes bronceados por el fuego de vivir plenamente, se aventuran a recorrer los caminos del planeta más azul del niverso, fundan ecoaldeas, siembran huertas, acarician la pachamama, abrazan árboles, le hacen columpios a sus hijos en las ramas fuertes de los almendros, juegan con ellos al lado del río, desafían las pesadillas del “progreso”, de la “productividad” y se recuestan en una hamaca a contemplar el infinito océano del sosiego y la tranquilidad interior. Como dijo el Director de este Festival una tarde de arreboles: QUE RICO ES DESCANSAR DESPUÉS DE NO HACER NADA…
Pareciera, que la contraparte humana de los Millennials se convertirá en los defensores de un mundo armonioso, de una cultura ambiental real, de una opción de sensibilidad colectiva. En otras palabras, el asombro, la curiosidad y la creatividad humana, a pesar de tanto ngaño sigue respirando y buscando el aire puro del bosque.Mientras el 80% de la población humana se aglomera en torno a las trampas de la tecnología, de una sociedad de consumo que oculta las estrellas, la luna y el sol con su espíritu de smog y contaminación cotidiana.
Para el Festival Puro Cuento en su (14 ) edición, lo cual ya es un milagro de persistencia artística, el convertirnos en el Primer Festival con palabras desnudas de Carbono Neutral en Centroamérica, nos embarga de alegría y también de un compromiso ecológico y educativo.
Nos convertimos entonces en la fotosíntesis del arte.
En el compostaje de ideas para sembrar tierras más fértiles.
En las futuras huertas urbanas, donde cada cuento contado destile el aroma a jengibre, a orégano, a la menta.
En el reciclaje de tanto plástico en las neuronas de algunos y en la siembra de mejores sinapsis neuronales de bosque y mar de las historias que contamos.
Y ante todo seremos el festival de la reforestación de los árboles baobabs del Principito, para enseñarle a esta generación, que siendo niños y jugando a ser niños, cambiaremos el humo vehicular de la seriedad, por el aire puro que expele la primavera de las jacarandá y la sonrisa de miles de bicicletas conquistando el espacio público y verde de la fiesta ecológica planetaria.
— Cordialmente
Diego Lasso
Más sobre esta edición
La Nación
aDiarioCR
La Nación



















































